Ambaixà Cristiana
Representació teatralitzada de l’intent de l’ambaixador cristià de recuperar el castell de la dominació mora.
Les ambaixades de Callosa d’en Sarrià són obra del senyor Modest Mora Picó, mestre d’escola, qui les va escriure en 1861.
El dimarts de festes després d’encomanar-se en una emocionatn súplica a la Mare de Déu de les Injúries, patrona de la Vila, i enviar el seu Ambaixador a parlamentar amb el ban moro, quan recuperen les seues possessions i enclaven la bandera de la creu en la part alta del castell.
Suplica:
Excelsa Virgen del eterno Madre;
Estrella refulgente del empiro;
Blanca azucena de fragante aroma;
Del celeste vergel cándido lirio!
Solo Señora vos del alto trono
donde sentada junto a Dios os miro,
podréis interceder madre adorada
para auxilie a vuestros fieles hijos.
Mirad en torno, soberana reina;
mirad estos semblantes abatidos;
mirad sus ojos de llorar ya secos;
mirad sus pechos de dolor partidos.
Mas ¡ah! ¿No han de llorar? Si Virgen, lloran porque ven en
poder de esos sacrílegos, nuestra villa, su templo vuestra
imagen, que es nuestro amparo, amor y auxilio.
Hacednos la devuelvan, madre amada y que salgan en paz de
ese Castillo.
No permitáis se encienda cruda guerra.
porque de sangre correría un río,
¡Sangre humana sin piedad vertida!
En ambos bandos por el cruel cuchillo.
Si fuera tan feliz que mi plegaria
ondulando llegara a vuestro hijo,
entonces mis palabras llegarían
al duro corazón de esos impíos,
y en paz saldrían de mi amada patria
y en paz dejaran sus queridos hijos.
Mas si sordos están a nuestras súplicas
si contra mi voluntad la guerra admiten
viva en el alma la esperanza llevo
que no me ha de faltar tu patrocinio;
y cual en Covadonga también, ahora
a ellos volverán sus mismos tiros.
No importa que sus fuerzas nos tripliquen
porque ayudados del amor divino;
la espada en una mano y la otra
de vuestra redención el sacro signo;
en el alma grabada vuestra imagen
y delante la vista, el enemigo,
la victoria sin duda será nuestra
porque va con nosotros Jesucristo.
¡Madre de la Injurias! Loada seáis,
Extended vuestro manto compasivo
sobre este pueblo que os adora humilde,
y fía en vuestro amado hijo.
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Cristiano: ¡Ah del fuerte; ah del Castillo!
¡Ah del Moro!
Moro: Quien me llama
Cristiano: Un Cristiano
Moro: ¿Qué quieres?
Cristiano: Dile a tu Señor que salga.
Moro: ¿Qué me queréis Español?
¿Para que me buscas? Habla.
Cristiano: ¿Serás por dicha el caudillo
que gobierna aquesta plaza?
Moro: ¿Tu lo has dicho, que se ofrece?
Cristiano: Vengo en nombre de mi patria
a decirte gran señor
nada mas cuatro palabras.
Moro: Ya te escucho; se ligero,
y en cuanto antes acaba.
(Pausa)
Cristiano: Oye pues, El gran Don Jaime,
Rey de Aragón, cuya vida,
el cielo guarde mil años
por embajador me envía,
para que a ti Mahometano,
en su Real nombre te diga.
Que pues sabes la proezas
de su atrevida milicia;
los grandes hechos de armas
que en toda la Monarquía
el Valor de sus soldados
alcanzó de la morisma;
los esforzados mandobles
que en Mallorca y en Ibiza
diezmaron en tus falanges
nuestras pequeñas guerrillas;
bajas de tus ejércitos
sufren ya todos los días
en todos nuestros encuentros
y el desastre y la ruina
de vuestra terrible armada
sobre las costas vecinas
de Benidorm y de Altea
pruebas elocuentísimas,
que en el África hacéis falta,
y sobra en la tierra Ibera.
¡Cinco siglos van pasados
desde la atroz villanía
de aquel español espurio,
que por su venganza indigna,
vendió a su Rey y a su patria
a su sangre y su familia….
Quinientos años que somos
parias en la patria misma.
Y de esclavitud cansados
alzamos la frente altiva.
Basta ya de humillaciones
acabe tanta ignominia.
Pasó el tiempo de Almanzor
en que su nombre infundía
tanto espanto que aterrados
nuestros mayores huían.
Hoy ya despertó el León
del letargo en que yacía;
Recuerda lo de las Navas;
acuérdate de aquel día
en que al empuje de Alfonso
mordieron tierra sus filas.
El Rey Don Fernando el Santo
por las tierras de Castilla,
barriendo va vuestras armas
una tras otra conquista.
Y mi Rey por Aragón
y por Valencia…. no hay día
que tras de alguna derrota
no perdáis alguna villa.
Pues bien ese Rey Don Jaime
mi Señor… la bondad misma,
que para vencer tan solo
querer vencer necesita
quiere concederte treguas
para que dejéis la villa
ya salgáis en paz de aquí
con todas vuestras familias.
Esto os permite mi Rey…
y en verdad que no debía
porque vuestra estancia ha sido
en extremo… torpe… indigna.
Indigna si? Que habéis hecho
De aquellas gentes sencillas
Que brindaste amistad?
¿Donde está el honor de sus hijas?
La sombra de aquellos padres
que murieron de desdicha
y de dolor… pide sangre.
Sangre la conducta impía
que destruyó las imágenes
y templos.
¿No te han dicho tus mayores
su conducta en esta Villa?
¿No has visto Algar? Ah mi alma
de pensarlo se contrista?
(Pausa)
Era aquello un paraíso
donde habitaban familias
de costumbres patriarcales
y con su pobreza ricas.
Y al llegar Aben-Shaid
se interrumpe tanta dicha.
Manda que encierren los hombres
y al infeliz que resista
la cabeza separada
caiga del tronco enseguida,
ni lagrimas ni lamentos
ni los ayes de agonía,
enternecer consiguieron
aquel corazón de hidra.
Y los hombres sucumbieron;
y las madres y sus hijas,
ni respeto a nada humano,
fueron llevadas cautivas
y arrastrando hasta el castillo
que en Bernia el Señor tenia,
Y allí… ¡hay!… ¡horror! vergüenza
da el recuerdo de aquel día.
Igual sucedió en Micleta
en Algoda y en Alcudia.
Y como vencer de frente
nuestras armas no podían,
llamasteis a la traición;
y en noche lóbrega yfría
un miserable alevoso
quitó al Capitán la vida
al valiente y leal Briones
gloria y honor de esta villa.
Así vencisteis y luego
no satisfecha aun la ira,
por las calles arrastrasteis
a nuestra madre querida.
¡Digna hazaña de vosotros
y vuestra raza víbora!
¡Sangre pues! ¡ojo por ojo!
diente por diente… debía
cobrar hoy mi Señor;
pero en su alma no se anida
la venganza… no; un Cristiano,
antes que vengarse olvida.
Olvidadas están, pues,
todas vuestras felonías,
pudiendo hacer polvo… nada
en un instante tus filas.
No por vanidad perdona;
lo hace si, porque mira
que su santa religión
en la caridad se estriba,
y porque ve que su Dios
cuando en una cruz expira
pide a su padre el perdón
de aquellos que le asesinan.
Enpago tan solo pido
que abandonéis esta villa.
Libres sois cuando gustéis
salid con vuestras familias;
llevad también los tesoros
que adquirió vuestra codicia.
Yo respondo de que nadie
se opondrá a vuestra salida
(Pausa)
¿Me has oído, Mahometano?
¿Qué piensas? ¿Qué determinas?
Decídelo pues, no expongas
con necio valor tu vida.
Acepta del Rey Cristiano
la buena paz que te brinda,
y no esperes que las armas
de vuestra suerte decidan.
Esta va ya con nosotros;
nuestra causa es la justicia
y en el tiempo ya a sonado
la hora de reconquista.
Ya no quedan en España
otros hijos de Wittiza
ni otro obispo cual Don Opas,
ni otro padre de Florinda.
Se acabaron los traidores
Callosa grande… se olvida
del luto y desolación
que trajo vuestra venida;
y solo anhela no veros.
Ea, pues, dejad la villa;
pasad el estrecho rápido
Sin volver siquiera la vista,
que en el África hacéis falta,
y sobra en la tierra Ibera.
Moro: ¿Has terminado Cristiano?
Pues atiende y di a tu Rey
mi respuesta. Será corta,
porque no quiero perder
el tiempo en palabras vanas.
Dirasle a Don Jaime pues,
que estoy muy agradecido
a su fino proceder,
y le doy inmensas gracias
pues se porta tan cortés.
Pero añade… no te olvides,
que el que defiende esta grey
no es un hombre que se humilla
tan fácil cual piensa el.
Que para entrar en la plaza
antes será menester
pisotear su cadáver
cien veces ¿lo entiendes bien?
¡Miserable! tu me ofreces
paz y amistad, porque ves
que en lucha abierta conmigo
nunca me podrás vencer.
Siempre fuisteis los Cristianos
muy orgullosos,… lo sé,
y valientes de palabra
y muy listos de los pies,
cuando en especial delante
veis un hijo de Ismael,
¡El treinta y uno de Julio!
¡que día! ¿Te acuerdas bien?
¡Ah no creo que olvides.
Allí tu cobarde Rey
a orillas Guadalete
huyó cual veloz lebrel
pereciendo entre sus aguas.
Piensa en Alarcos después
y en todas cuantas batallas
frente a nosotros os veis.
Si Don Fernando tercero;
Si tu Rey Aragonés
Han conseguido algún lauro
¡ya dueños de España os creéis!
Esas son glorias efímeras
no goces en ellas pues.
Si el León ha despertado,
pronto dormirá a sus pies;
y con sueño tan profundo
que no despierte tal vez.
(Pausa)
Quien te ha contado la historia
de vuestro Algar ¿y la creéis?
Eso son necias patrañas
doradas con oropel
para que el vulgo ignorante
nos odie mas. Eso es;
eso es y no otra cosa
la historia de ese vergel.
Déjate pues de palabras;
y si quieres conocer
quien somos nosotros … llega
toma las armas y ven
y prometo que la tierra,
¡infame! has de morder.
Pero no; yo no debía
contestar a tu altivez
con palabras, el desprecio
fuera mas propio. Muy bien.
(Pausa)
¿Con que me ofreces la vida?
¡De tan fino proceder
estoy admirado! Necio
¿me tienes ya en tu poder?
¿No sabes que para entrar
hasta allí donde yo esté
las filas de mis guerreros
las tuyas han de romper?
¿No ves cual reluce el hierro?
¿Tampoco distingues bien
ese tropel de turbantes
que aparecen por doquier?
Esos dicen: no haya paz,
para Cristo no hay cuartel,
guerra a muerte; mueran todos
los cristianos de una vez.
Esto dirás a Don Jaime;
que yo el caudillo Mohamed
desprecio su caridad.
Que venga ese aragonés
y verá como consigo
que se humille ante mis pies.
Sois pocos para nosotros;
y para poder vencer,
necesitáis insensatos,
el nacer segunda vez.
No nos creáis tan cobardes
para faltar al deber.
Y al proponernos tal cosa
fue mucha tu avilantez.
Si he escuchado tus palabras
y si me sostuve fue
porque te ampara y protege
de Embajador la Ley.
Aléjate pues, y déjanos
pronto en paz que no podré
sostener a mis soldados
y la audacia pagareis.
(Pausa).
Cristiano: Con que con tanta arrogancia
despreciáis la paz, muy bien.
¡No sabes lo que significa,
miserable tu altivez!
Tu mismo, tu mismo buscas
vuestra destrucción sea pues,
y ya que quieres la guerra,
la guerra tendréis pardiez.
Mas no pienses insensato;
que en ella ha de haber cuartel,
la guerra a de ser muerte
solo vencer o morir.
No confíes en tus fuerzas;
pues aunque nos tripliquéis,
la victoria será nuestra;
nuestra, sino lo dudéis,
pues ella va tras Don Jaime
el valiente aragonés.
Moro: Basta ya Cristiano necio,
Tu insolencia toleré,
porque siempre fue en nosotros
la cortesía una Ley.
Mas por Alá yo te juro
que muy pronto has de saber
que en vez de huir atacamos;
que vencemos uno a cien;
que valientes y aguerridos
con bizarra intrepidez
entramos en el combate
dó confiamos vencer.
¡Como quieres comparar
Un Moro a un aragonés!
Cristiano: ¡Soldados! Habéis oído
su insolencia y altivez?
A las armas. Vive Cristo!
la ocasión no despreciéis.
¡Sus! Leones. La melena
sacudid; no haya cuartel
Ruja aquel que en Covadonga
Hizo temblar al infiel.
La virgen de las Injurias
Nos protege vamos pues.
¡Muera el Moro!
Guerra a Mahoma
Soldados… a él…. a él….